
Robert Rodriguez y Quentin Tarantino son dos hijos de puta. Hacen lo que se les canta la uretra y en el 89% de las ocasiones tienen a medio geekdom de rodillas, a medio planeta de criticos con las cejas relativamente alineadas (por lo menos) y a un público genérico y no muy selectivo siguiendo la corriente del río snobista (como suele suceder). Aquí es cuando hago el alto y me doy cuenta de que en realidad estoy pensando sólo en el último y que el primero es una puta mediatica y megalómana con olor a fritura de tacos, pero bueno, al menos es cierto que comparten ese primer punto en común: Hollywood les limpia el talco del culo con muchos George Washingtons mientras ellos apuntan el pitín para jugetonamente mearle en la cara. Este es el caso concreto de su último vehículo ego-cinéfago en conjunto, así como lo fué en su momento "From Dusk Till Dawn", "Four Rooms" (este más contaminado por su primera mitad Sundance-indie provista por Alison Anders y Alexander Rockwell) y en menor medida, "Sin City" y "Kill Bill vol. 2" (con score de Robertito).
Esta vez se fueron al carajo. "Grindhouse" fue objeto de puro marketing hasta un punto autodestructivo, que terminó desbaratando el proyecto luego de incluso haberse estrenado. Ahora el paquete fué destripado y los distribuidores hacen lo que pueden con los pedazos. Pero yo queria el paquete. Yo y mis amigos queriamos con rabia el paquete. Y si vos también querés el paquete, afrontá la realidad de una vez por todas: no lo vas a tener a no ser que te bajes un screener del Emule. Eso fué lo que hicimos nosotros y eso es lo que todos deberían hacer: prohibirnos de una obra artística por motivos económicos nos excusa en esta venganza pirata. Ya está. En el 2005 escuché por primera vez sobre "Grindhouse" y dos años de desbordantes expectativas después finalmente pude presenciar el show de la forma más anticlimatica posible. Pero el mundo esta cada vez más idiota y contra eso no se puede luchar.
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